El duelo se experimenta por una gran pérdida reflejada en diversos niveles de la vida de los supervivientes; es una gran separación. El duelo es tan largo porque incluye muchas pérdidas de diverso orden que necesitamos ordenar, tomar conciencia, descubrirlo, darle una y mil vueltas.
Ninguna pérdida significativa viene sola; se pierden miles de momentos pasados, presentes y futuros, posesiones, perspectivas, identidad, relación, lo que se toca y lo que no se toca, lo que se ve y lo que no se ve, lo que se sabe y lo que no se sabe, tantas caras de una misma pérdida de las que vamos tomando conciencia durante su proceso.
Se pone a prueba nuestra estructura de la personalidad, nuestro marco existencial, nuestras creencias sobre: cómo funciona el mundo, sobre quiénes somos nosotros y los demás, nuestros valores, aquello a lo que damos importancia en nuestra vida: prioridades, nuestros principios grandes líneas de actuación sobre las que regimos nuestro día a día y nuestras relaciones que se nutren, de esos valores y creencias, nuestra red relacional que es tan importante para nuestra supervivencia: el apoyo, la empatía, la ayuda recibidas.
"Nuestros grandes duelos ponen a prueba nuestro ser y estar en el mundo"
Eso no significa, aunque a veces lo parezca, que nos desintegremos por completo; la mayoría de las personas tenemos suficientes recursos como para resistir el embate de una gran pérdida sin por ello caer en una desintegración total de nuestro psiquismo y nuestra vida. Un duelo no deja de ser un proceso normal por el que pasamos todas las personas en diversos momentos de nuestra vida desde que el mundo es mundo.
Podríamos comparar el duelo con un árbol robusto, alto, frondoso, de tronco enorme y rugoso del que salen largas y poderosas ramas y de estas, otras ramas más finas y de estas, otras ramas más finas aún. Y todas ellas están cubiertas de cientos de hojas que, tintineantes, van cambiando de color, van cayéndose o dando lugar a flores, dejando espacio para los nidos de los pájaros, los saltos de los pequeños animalillos, la luz por unos lados sí y otros no, la sombra espesa. El duelo no es una columna lisa, es un árbol. Y un árbol nunca es solo un árbol: es un espacio enmarañado que cobija a otros seres y todos sus movimientos.
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