La mayoría de las personas se quejan porque al exteriorizar sus emociones y pensamientos se sienten mejor, o al menos eso creen. Sin embargo, la ciencia señala que en realidad quejarnos no nos hace bien, expresar esa negatividad puede hacer que nos sintamos peor. Ventilar las emociones puede parecer una buena idea pero a la larga no lo es, tanto para la persona que se queja como para quien le escucha.
El problema se encuentra en el cerebro.
Quejarse altera nuestras redes neuronales y puede tener serias repercusiones para nuestra salud mental. Algunos neurocientíficos han llegado a afirmar que las quejas pueden matarnos, literalmente. Cuando pensamos en algo, una neurona libera una serie de neurotransmisores, a través de los cuales se comunica con otra neurona y establece una especie de puente a través del cual pasa una señal eléctrica (sinapsis). De esta forma se transmite la información en el cerebro.
Lo relevante es que cada vez que se produce una sinapsis, ese camino se fortalece. Estableciendo auténticas autopistas neuronales en nuestro cerebro, las cuales nos permiten, por ejemplo, conducir de manera automática o caminar sin tener que pensar en cómo movemos los pies. Estos circuitos no son estáticos, en función de la práctica pueden cambiar, debilitarse o consolidarse. Obviamente, mientras más sólida sea esa conexión, más rápido se transmitirá la información y más eficientes seremos realizando esa actividad.
En consecuencia, cuando nos quejamos y nos llenamos de pensamientos negativos, estaremos potenciando precisamente esas redes neuronales, alimentando la negatividad que da lugar a la depresión. Mientras más nos quejemos, más negro veremos el mundo, porque son precisamente esos caminos neuronales los que estamos potenciando, en detrimento de otros, mucho más positivos y beneficiosos para nuestra salud emocional.
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