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Las circunstancias de la muerte y el estado de choque

En la vida ocurren situaciones que producen un gran impacto y otros que no.  Puede ser alguna pérdida anticipada que haya provocado malestar, tristeza, ira, pero no choque.  Son pérdidas que no tienen elementos traumáticos. Sin embargo, cuando la experiencia de pérdida es repentina, resulta natural que te sientas desconectado, aturdido, con dificultad para asimilar la realidad.  Si hace poco tiempo te han dado la noticia, es posible que te invadan sensaciones de confusión, de no poder creer lo que ha ocurrido, distanciado de tu propio cuerpo.   Estos sentimientos de irrealidad hacen que funciones como autómata. 

 

Los momentos anteriores  e inmediatamente posteriores a la muerte de un ser querido, van a determinar si el duelo es más o menos traumático.

Hay muertes dulces, que permiten el regalo de una muerte anticipada, con tiempo de prepararse, estar presente hasta el final, hablar y compartir  sentimientos, despedirse.  Son fáciles de vivir y provocan menos repuestas de choque.  Se puede hablar de ello sin pensar, y es bonito recordar los detalles de aquellos momentos  a pesar de provocar dolor.

En ocasiones, la muerte es por enfermedad, pero por miedo de hacer daño o por pena a expresar sentimientos, aunados  a los de  las personas que le rodean, se genera cierto grado de negación, deseo de disimular y  fingir que no pasa nada.  En otros casos, ha habido mucho sufrimiento, la esperanza y la desesperanza acaban consumiendo la fuerza de los cuidadores. 

Cuando la muerte ha sido súbita, totalmente inesperada y no se han podido decir las últimas palabras al oído, ya sea por un accidente una enfermedad corta y fulminante, el trauma es mucho más intenso.

En todos estos casos se tendrán más sentimientos de choque, y recordar aquellos momentos o esos días puede ser muy doloroso.  No hay una preparación posible; te encuentras con esa realidad de golpe.  Quedan tantas cosas que se deberían haber hecho o dicho a esa persona.  Todo esto se guardas en un rincón del corazón, muy escondido, porque si se abre te hace daño.

 

Si la muerte ha sido muy traumática, las sensaciones resultan mucho más intensas.  Los síntomas típicos del estado de choque parecen muy caóticos, y pueden durar algunos días, semanas o incluso meses. 

 

Opresión en el pecho, tensión en la espalda, sensación de armadura corporal, agitación corporal, nudo en la garganta, sensaciones de embotamiento, mareos.

Un vaivén emocional entre conexión y desconexión.  Se experimentan momentos de alta intensidad  y desbordamiento, miedo, desazón, angustia; y sensación de irrealidad, anestesia.

Pensamientos obsesivos, pérdida puntual de contacto con la realidad, confusión, falta de concentración y atención, descreimiento.

Hiperactividad o parálisis; agitación o abatimiento, falta de apetito.

 

Encontrarse en estado de choque no es estar loco ni enfermo. El aturdimiento y la confusión forman parte de la vivencia de la pérdida, y hay que aceptarlo como algo natural, por muy antinatural que te parezca.

 

Fuente: Paya`s (2014).  

 

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