Cuando alguien muere, consideramos que las cosas que deja son una extensión de ella, de pronto sus posesiones se vuelven muy importantes y causan emociones muy fuertes. Por lo regular las personas se aferran a objetos que conservan el olor; como sabemos el sentido del olfato, está inextricablemente unido a la memoria. El olor importa. Todas esas cosas que pueden parecer muy simples y damos por sentadas importan al doliente.
Los detalles de una vida más concretos, tocables y tangibles son las posesiones. Nuestras cosas conforman una gran parte de lo que somos como persona. De hecho, las reacciones de la gente son diferentes ante las “pertenencias” del fallecido. Por tanto, la decisión acerca de qué hacer con las posesiones de un ser querido es muy delicada. Las personas alrededor pueden decirte qué hacer con las pertenencias de tu ser querido; ten en cuenta, que no es conveniente deshacerte de estas de inmediato. Sin embargo, con el tiempo, es preciso renunciar a los objetos de una vida. Ya que se puede convertir en una necesidad aferrarse a las pertenencias, en otras palabras, es muy fácil que las pertenencias de los difuntos se mezclen con el bagaje emocional de los vivos.
Cuando realices la tarea de hacer algo con las pertenencia, es importante ser consciente de que hay obstáculos emocionales que se presentan. Por ejemplo, no puedes esperar que el mundo exterior atribuya a las cosas el mismo valor que tu les das; a muchas personas también puede afectarles mucho la percepción de que es muy fácil que unas cuantas bolsas de plástico y cajas de cartón puedan contener toda una vida. Es difícil creer que un ser amado pueda quedar reducido a un baúl.
Si la vida es la suma de pequeñas piezas que forman un todo, las pertenencias son una parte de la suma total que quedan grabadas en la mente, asociadas por siempre a la persona, en especial después de la muerte. Regalar las cosas de alguien, significa más que objetos en sí, lo difícil es dejarlos ir. No es fácil desprenderse incluso de las partes más incidentales de las pertenencias del ser querido. Esta separación por muerte es tan definitiva, tan irreversible, tan evocadora, que no puedes evitar apegarte al pasado, idealizar la relación y exaltar el valor de sus pertenencias. El duelo es como la Odisea de Ulises, llena de lo desconocido, es un territorio inexplorado, que se atraviesa en medio de batallas internas acompañadas por el miedo de perder el control y la razón. No obstante, es un camino que no permite atajos, y es necesario recorrerlo para sanar.
Las pertenencias son sólo una parte de todas las situaciones con las que tendrás que lidiar. Es momento de fortalecer tu espiritualidad, y ser consciente de que la persona amada era más que sus pertenencias, que su esencia impregno nuestra vida y ahora está en nuestro pensamiento y en nuestro corazón. El desafío es establecer una nueva forma de conectar con el amor que nos dejo, de vivir tu propio ciclo de vida, no puedes detenerte, tienes que seguir viviendo, avanzando hasta que tu ciclo termine.
Fuente:
Marasco, R. & Shuff, B. (2013). Sobre el duelo. La pérdida, el consuelo y el crecimiento interior.México: Oceano
Payàs, P.A. (2016). El mensaje de las lágrimas. México: Paidós.
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