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La muerte y la trascendencia

"Cuando la muerte se precipita sobre el hombre, la parte mortal se extingue;

pero el principio inmortal se retira y se aleja sano y salvo".

Platón

La muerte y la espiritualidad se convierten en grandes maestras de la vida. El desarrollo humano es un engranaje de varios factores que incluyen el componente espiritual y la manera en que vivimos. Es diferente religiosidad a espiritualidad, mientras la religiosidad desarrolla dogmas, el culto y la doctrina; la espiritualidad aviva las posibilidades de ser penetrado por el mundo de Dios.

 

El tema de la muerte ha sido una preocupación para al ser humano, y ha dado paso a ritos, significados y costumbres muy diferentes. La cultura moldea nuestras experiencias de pérdida y los rituales que la rodean. Cuando alguien amado muere, la primera incógnita es ¿a dónde va, en dónde está? Es una de las preguntas que en todas las épocas se ha hecho el ser humano.  Se busca darle un sentido de trascendencia. Por tal, el acontecimiento de la muerte promueve la realización de ritos funerarios como función simbólica para los familiares.  Se cree que si se ejecutan debidamente los rituales, se puede lograr la trascendencia de una vida terrena a una divina, promover el descanso del alma del fallecido, facilitar la reencarnación del difundo y mitigar el dolor de los deudos. Cada cultura y religión deja al descubierto su cosmovisión a través del culto que se le rinde a los muertos.

A pesar de que existe una infinidad de formas de llevar a cabo los funerales a nivel mundial, la mayor parte de las sociedades creen que una parte invisible de la persona muerta, pasa a otra vida, lo que conocemos en occidente como alma o espíritu.

 

De acuerdo con estudios antropológicos sobre sepulturas rituales, el hombre de Neanderthal es considerado el primer ser humano que desarrolló una vida espiritual con la creencias en el más allá. Actualmente, el tema de la vida después de la vida, sigue siendo el fundamento de las diferentes religiones. Así que, todos los ritos funerarios en cualquier época y cultura tienen la finalidad de preservar la memoria de los muertos a lo largo del tiempo.

 

La espiritualidad permite al ser humano trascender más allá de la mente y el cuerpo, y lo conecta con la verdadera esencia del Ser. En otras palabras, la espiritualidad es la responsable del modo cómo se vive y de la forma de interactuar con otros seres humanos. Cuando el ser humano entiende que la vida es algo transitorio, temporal y que somos ave de paso, refleja su alto grado de espiritualidad. Por tanto, ante la muerte de un ser querido, la espiritualidad facilitará el difícil camino del duelo. De esta manera, el duelo se atravesará sin atajos, sin prisa, y con el convencimiento de que el amor trasciende dimensión y tiempo. Por consiguiente,  la persona fallecida siempre permanecerá en el recuerdo y en el corazón (Pagán, A., 2015).

 

Aunque la muerte es un hecho natural, no deja de ser fuente de angustia. Es el miedo a la aniquilación, es la pena de no seguir viviendo  sentimientos, afecciones, sensaciones, esperanzas y energías, etc. que nos mantienen adheridos al mundo, a lo que estamos viviendo. Ante esto, inevitablemente surge la incertidumbre del más allá.  

 

Si el ser humano es espiritual en esencia, independientemente de la creencia que se tenga de Dios, la imagen y semejanza de Dios se refleja en el alma humana, que al igual que Dios, es espíritu inmortal. La espiritualidad, es por tanto,   el reencuentro con la esencia de lo que es el ser humano, con el anhelo de lo que quiere ser, con el amor que lo ha creado y lo seguirá recreando. La espiritualidad permite al hombre trascender.  Razón por la cual, no se puede hablar de la muerte sin la búsqueda de un sentido de trascendencia que involucra la espiritualidad.

 

Fuente:

González, C.L. (s/f). El significado de la muerte a través de la historia y las religiones.

Pagán, A. (2015). La muerte y la espiritualidad. AARP Real Posibilities.

Palacio, V. C. (2015). La espiritualidad como medio de desarrollo humano. Cuestiones teolológicas, 42(98), pp. 459-481. Colombia.

 

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